Alejandro González Iñárritu podría definirse como uno de los directores más fascinados con hacer cintas altamente depresivas, ya que antes de emprender el ambicioso proyecto de “21 Grams”, dirigió un sombrío cortometraje titulado “Powder Keg” para BMW Films además de otro titulado “ 11’ 09’’ 01” para una interesante colaboración de cintas que compartían el tema del 9-11 (todo esto sin mencionar todo el tono que cubre la totalidad de Amores Perros). Pero, como Iñárritu tenía la necesidad de deprimir a Hollywood, esta vez se hizo cómplice de un excelente reparto de habla inglesa (con la excepción de Benicio Del Toro) para presentarnos una historia en donde los destinos de tres personajes Cristina (Naomi Watts), Paul (Sean Penn) y Jack (Benicio del Toro), quedan entrelazados con consecuencias al mismo tiempo emotivas y trágicas (destinos unidos a través de un choque automovilístico, lo que ya también parece ser otra fascinación de Iñárritu).
Tras haberse tomado tres años después de su opera prima y tomando como premisa el posible peso del alma (ya que es un hecho comprobable que 21 gramos es el peso que el cuerpo humano pierde cuando muere), González Iñárritu se tomó 8 meses más para escoger a los intérpretes de su nueva historia, la cual fue filmada en orden cronológico para ayudar al desarrollo de los personajes.
A pesar de ser igualmente obscura que sus otros trabajos, esta película continúa manteniendo esa aura de esperanza y el espíritu de redención, tarea nada fácil cuando nos asomamos a los abismos existenciales de tres parejas que súbitamente tienen que lidiar con la posibilidad de la muerte, la pérdida de la fe y de la esperanza, además de la sed de venganza que semuestra en toda su irracional magnitud.
Mucha gente seguirá obsesionada con la actuación de Penn en “Mystic River” (misma que le valió el Oscar este año), pero en “21 Grams” también nos muestra porque hacía años que la academia se lo debía.
